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29 de octubre de 2017

Handia (Aundiya, 2017) de Jon Garaño y Aitor Arregi

Uno de entre dos hermanos es reclutado para luchar en la primera guerra carlista, en el primer tercio del siglo XIX, al regresar a casa después del final de la misma, se reencuentra con su hermano, que ahora es gigante. La familia se encuentra desolada económicamente, mientras el primero de los hermanos quiere viajar, conocer el mundo y dejar atrás su vida en el pueblo... Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián. Una producción vasca. 



Construida a modo sinfónico y narrada sin prisa pero sin pausa, se encarga de actualizar obras como ‘Freaks’ o ‘El hombre elefante’ sin seguir ninguna de sus líneas narrativas (no desde luego la línea psicológica y de interiores de la obra de Lynch). Inspirada en una leyenda de principios del XIX en el País Vasco, sobre el gigante de Altzo, una historia que, a través de rumores e historias propagadas entre los habitantes que llegaron a conocerle, se convirtió en leyenda, en una historia real adulterada por el mito. Como ocurre con todas las leyendas. 

Más allá de la psicología de los protagonistas o la dialéctica que elige el relato, es muy interesante el retrato de su época. De manera preciosista, con una cuidada dirección fotográfica, coetánea a la evolución de los protagonistas, se nos expone un mundo injusto y lleno de vicisitudes y desigualdades: en plena guerra carlista, Martín (cuya cosmovisión nos acompañará el resto de la película) es reclutado por el ejército. Esto marca su vida y la de los que lo rodean, entre quienes están el gigante Joaquín. Las distintas posturas y decisiones de los protagonistas no son inmóviles durante el transcurso de la obra, como no lo es el mundo que ellos mismos están viendo: la película filma el nacimiento del ferrocarril o la fotografía, hitos históricos del XIX. Además, ellos mismos serán víctimas de un mundo donde la lucha por la supervivencia y las dificultades para sobrevivir en el mundo rural forman parte del día a día. No podemos decir que sea una película biográfica porque no es así, al menos no al uso. Jon Garaño y Aitor Arregi se deleitan en los grandes planos generales y no tanto en la cosmovisión de Joaquín como en la de Martín, que en definitiva, quizás no sea más que "un hombre grande, pero algo inútil y con un solo brazo". Magníficamente interpretados los dos papeles principales, básicos como eje narrativo, carismáticos y bien escritos.


Rica en detalles, con poderoso valor alegórico. Un pequeño gran viaje por Lisboa, Londres o Madrid, donde la psicología de los personajes es definida con cuidado y calma. Para el deleite en los detalles. Atentos a los cameos del Stonehenge y de Isabel II. ¡Qué delicia!



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