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7 de enero de 2015

Análisis en profundidad: Paranoia Agent (Mōsō Dairinin, 2004), de Satoshi Kon


«A veces preferimos echarle la culpa a terceros, a un externo — a veces imaginario — que tomar responsabilidad de nuestros propios actos. Yo no, ya maduré. Adiós, Shonen Bat».

Una diseñadora gráfica residente en Tokyo, autora de un peluche muy popular en Japón, es la envidia de todos sus compañeros de trabajo. Al mismo tiempo, ella sufre una depresión porque esos mismos colegas la dejan de lado y porque su jefe la presiona constantemente para que vuelva a crear una mascota con el mismo reclamo que su anterior trabajo. Un día, regresando a casa, es atacada violentamente, siendo hospitalizada. El autor del ataque es un chico en patines y con un bate ligeramente doblado... Dos detectives se encargarán de llevar el caso. 

Paranoia Agent es una serie de TV creada y dirigida por el director de animación japonés, y en menor medida dibujante y guionista de cómics, Satoshi Kon — Perfect Blue (1998) o Paprika (2006) — dividida en 13 episodios de 24 minutos, cada uno de ellos autoconclusivo. El único trabajo televisivo del cineasta, que dedicó su casi perfecta y corta carrera a la gran pantalla, con cinco películas estrenadas y una a medias — The Dream Machine  —, a raíz de su muerte prematura por cáncer en mayo de 2010, con sólo 46 años. 

La serie habla sobre diversos problemas o peculiaridades de la sociedad japonesa actual, enlazados mínimamente entre ellos a través de Shonen Bat (El chico del bate), un criminal en patines que usa su bate como arma para asaltar a sus víctimas. Satoshi Kon explora así la sociedad contemporánea, siempre bajo su peculiar visión del mundo y de hacer cine y aprovecha para reunir en un sólo trabajo historias que había imaginado durante la realización de sus otras películas, pero que por un motivo u otro, no pudo incluir. 


1. Aparece El chico del bate 



La serie asienta sus bases. Introduce el primer caso de agresión y el más recurrente de todos durante la serie y se analizan temas como el trabajo en la sociedad japonesa y la enorme competitividad a la que están sometidos los empleados — igual que en la etapa educativa y los alumnos — y, en cierto modo, el fenómeno fan y la exaltación de ídolos o iconos creados por las grandes sociedades y los medios de comunicación, como es el caso de Maromi, el peluche desarrollado por Sagi Tsukiko. Cuando la creación sobrepasa en cualquier aspecto a su creador. 

Si se han visto previamente otras obras de Satoshi Kon — un director que es muy incisivo siempre en su estilo y en sus temas — no es muy difícil intuir los pilares básicos sobre los que se cimentare la serie y entrever las pequeñas trampas que utilizará el cineasta para hacernos entrar en su mundo. 

2. Los patines de oro



Un fragmento bastante simplón — quizás el que más — del cómputo global de la serie, pero lo cierto es que es el único episodio que habla de una de las etapas más importantes del desarrollo vital: la infancia. Y Satoshi Kon incide en la relación que mantienen los jóvenes y los adultos entre sí y la manera de (no) entenderse. Explora la vida escolar japonesa y la alta competitividad deshumanizadora que se vive en las escuelas o el bullying al que se ven sometidos ciertos niños por no encajar en la pequeña sociedad juvenil. 

3. Doble Lips


Quizás el primer gran capítulo de Paranoia Agent. Con reminiscencias de uno de sus trabajos más conocidos y reconocidos, como es Perfect Blue (1998), esa obra capaz de inspirar a cineastas como Darren Aronofsky — Cisne negro (Black Swan, 2010). Y para ello aprovecha un personaje de Los patines de oro (segundo capítulo) — como comento al principio, la serie sigue un modelo autoconclusivo en todo momento, pero los capítulos están relacionados entre sí por personajes, escenarios o tiempos —, una profesora particular. Perfect Blue cimenta su trama principal en una patología psicológica como es el trastorno de personalidad múltiple, que hace que una misma persona pueda vivir o ver de formas distintas la vida dependiendo de las circunstancias. Esa profesora que en el segundo episodio se nos presentó como un personaje totalmente puro, aquí se transforma totalmente cuando lo conocemos a fondo. Doble Lips vive de su atmósfera. 

4. El camino de un hombre 


Un episodio brutalmente crítico con las miserias y las apariencias, haciendo que la sociedad quede al desnudo. Hace uso del montaje paralelo para contraponer la historia de un policía que debe dinero a la mafia japonesa, y debe robar — llegándose a drogar para no sentir ansia o miedo — o pasar todo tipo de situaciones que van en contra de su dignidad para que éstos no le hagan daño a su círculo familiar; y otra más críptica y sin un sentido estricto: imágenes sueltas de un manga clásico cuyo motor principal es ensalzar el valor de hombre, su orgullo, la valentía... Las conclusiones salen solas. Demoledor. 

5. El guerrero sagrado 



Uno de los capítulos más libres de la serie. Si durante la misma podemos palpar referencias o ideas recurrentes en sus otros trabajos, en este episodio hay que citar a la posterior Paprika (Papurika, 2006), su última película. El McGuffin para mostrarnos un mundo totalmente alternativo en el que las leyes físicas de nuestro universo no tienen cabida es el interrogatorio por parte de los dos detectives a un crío que puede saber algo sobre Shonen Bat. Mediante una especie de juego entre uno de los policías y el crío, se nos narra una aventura a modo de juego RPG. 

6. Intranquilidad por el golpe directo 



Y, de nuevo, el recurso del resurgir de un personaje que habíamos captado como X y al final es Y. Impactante historia sobre la pedofilia y el drama personal. «Papá... de mayor quiero ser tu novia [...]». 

7. Mhz


Primer episodio donde Paranoia Agent deja de lado su leitmotiv principal — El chico del bate — y los afectados por éste y se centra en dos piezas fundamentales para el desarrollo de la serie, analizadas hasta el momento de una forma sólo superficial: ambos detectives encargados del caso. Cuando la trama los presenta como personas, cuando su trabajo los sobrepasa como individuos y sus personalidades se empiezan a mezclar con el caso: cuando nacen los primeros desórdenes emocionales y psicológicos. Al más puro estilo True Detective (2014).

8. Los planes de la familia feliz



Nada destacable para la trama principal, y el hecho de que sea tan ajeno y dé tan poco de sí mismo en cualquier aspecto — guión, personajes, psicología o atmósfera — hace de él un episodio muy muy flojo, en mi humilde opinión. Puede rescatarse algún tema interesante como la mofa a la muerte y la completa dejadez hacia la vida con un punto de vista humorístico y negro, pero sin llegar hacia ningún puerto. Una versión mucho menos impactante de Harold y Maude (Harold and Maude, 1971). 

9. ETC



El caso de Shonen Bat deja de ser un caso meramente detectivesco o policíaco y se convierte en un fenómeno social, haciendo que cualquier persona medianamente informada esté al tanto sobre los sucesos referentes a los asaltos y sus novedades. Satoshi Kon dedica los 24 minutos de este episodio a dejar su "cámara" situada en un banco entre edificios, en una pequeña comunidad de vecinos. Múltiples amas de casa se pasean por delante de ella y se cuentan entre ellas historias que han oído, les han contado o les han sucedido, supuestamente, a ellas mismas. Un episodio extraño y fuertemente marcado por los desniveles entre las distintas historias, pero siempre curioso. 

10. Maromi dormitando



Mi humilde castellano no da para describir las sensaciones que siento al admirar este capítulo. Satoshi Kon, esta vez, nos habla sobre un pequeño estudio de animación que debe realizar la serie del icónico y archiconocido muñeco Maromi; un estudio análogo al mismo que se encarga de llevar a cabo Paranoia Agent — supongamos.

Además de ser muy didáctico al explicar quién realiza cada función dentro de la tarea de hacer una animación, es uno de los capítulos mejor construidos desde el plano del miedo más profundo que podemos llegar a sentir. La atmósfera de inestabilidad psicológica, tanto en sus personajes como en el espectador, es soberbia. Y además, tiene la virtud de ser un capítulo divertidísimo. La narración intercala momentos en el estudio, con todo el equipo junto, y momentos a solas de nuestro protagonista en el coche, donde le sucederán todo tipo de cosas. Desde mi punto de vista, el punto álgido de la serie donde tú mismo llegas a sentir en primera persona el miedo que puede evocar en cualquier personaje a lo largo de la serie Shonen Bat, el verdadero pánico. Cuando miras de reojo para atrás y ves a alguien, cuando la radio se bloquea y empieza a sonar la composición principal...

Vuelve a tocar temas como el de la deshumanización laboral, donde el producto, sea el que sea, o cualquier creación llegan a ser más relevantes que sus propios creadores, los trabajadores, y sus derechos. Las personas ya no importan: el producto está por encima. El último plano es desolador, y rotundo. Cabe resaltar la contraposición entre lo que vivimos en este capítulo y lo que llegan a ver los supuestos espectadores de la serie de Maromi. Impresionante.


11. Prohibido entrar



Nuevamente la narración recurre al montaje paralelo para llevar a cabo una contraposición de ideas, sentimientos y planteamientos. Resucita un personaje carismático y recurrente a lo largo de la serie, y golpea al espectador con una historia que nadie puede esperar. Desde Mhz. (séptimo capítulo), donde el caso sobrepasa totalmente la labor como detective de los dos personajes encargados del caso, no habíamos tenido más noticias de ellos...

Habla del fracaso laboral — quizás no "real", pero sí teniendo en cuenta, primero, la mentalidad japonesa y, segundo, cómo se sienten los personajes tras ese varapalo —, de los problemas personales que intentaron superar y de un mundo «que no está hecho para ellos». Aquí, además, convivimos con uno de los personajes más valientes a lo largo de la serie: una mujer capaz de intentar dialogar con Shonen Bat, al no tener ningún apego a la vida o miedo a la muerte: lo enfrenta y gana, porque el trabajo de Shonen Bat dentro de la serie no tiene sentido con esa mujer. El personaje más débil físicamente se impone como el más robusto en cuanto a psicología. Una muestra más, por cierto, de que Shonen Bat basa su sentido existencial en el miedo de las personas. 

12. Radar Man



Es difícil trazar una línea entre la realidad y la fantasía durante el transcurso de este capítulo, y los momentos donde podemos llegar a atisbarla son casi inexistentes, pues los cambios entre una y otra no están claros, se tornan de un lado a otro con agilidad. Un episodio que prepara el terreno para el último. La analogía entre Maromi y Shonen Bat y el resurgimiento del personaje de Tsuki como el que da sentido al fenómeno social, volviendo al principio, magnífico. Ambos — Maromi y Shonen Bat — iconos creados por la sociedad, inexistentes: y aunque así sea, tienen consistencia, no son ficticios. 

13. El último capítulo



«Otra respuesta desencadenará otro misterio». Se va de las manos, ¿y pasa algo? Es una paranoia. Nada más lejos de querer narrarnos un capítulo aclaratorio con vistas a la trama de la serie, donde se expliquen los sucesos de una forma medianamente clara, tenemos uno de los tres o cuatro capítulos más abiertamente oníricos de la obra. Desde el mundo irreal de los dulces hasta la desolada realidad en la que viven las personas de Paranoia Agent. En mi opinión, la serie no podría haber tenido un mejor final. Un mundo cíclico, donde nada es lo que parece y las miserias existen, un mundo increíble. Volvemos a empezar.

Es complicado intuir el desenlace final, y aunque desde más o menos el principio de la serie podamos entender que Shonen Bat no existe, que es producto de una sociedad malsana, por los motivos que fueren, no resta ni un ápice de intriga, misterio o emoción, sorpresa. Paranoia Agent tiene el placer de contar con capítulos de todos los tonos. Es fascinante, porque cada sesión puede parecer una película de hora y poco, teniendo en cuenta su profundidad. No estamos ante uno de esos animes de carácter comercial donde diez minutos se van entre opening y ending.

En Paranoia Agent, además, podemos atisbar tics recurrentes en el resto de la filmografía del japonés, y es que muchas veces se puede ver en la pantalla Perfect Blue (1997), al hablar de un thriller de importante atmósfera y dobles personalidades y personajes muy extravagantes y oscuros. Podemos ver también Millennium Actress (2001) en el juego realidad-fantasía, empleado con recurrencia, o en la idealización de una querencia como algo que influye directamente en la forma de ser del individuo y lo marca. O Paprika (2006), en la desbordante imaginación para retratar un mundo totalmente anárquico exento de cualquier ley del planeta Tierra. Pero destaco sobre todo Perfect Blue — en mi opinión su obra maestra junto a esta misma, a Paranoia Agent — porque tanto en ésta como en la serie que tratamos se habla de la magnitud de lo social como conjunto, y de lo que es capaz de crear, aunque éste se manifieste como algo irreal. Maromi y Shonen Bat como contraposición entre la felicidad y la muerte y la destrucción, como dos fenómenos sociales que asustan y repudian y en Perfect Blue el movimiento idol y la fama, un mundo aparentemente de rosas, que puede esconder mucho más de lo que enseña a primera vista.

Al final nos encontramos ante una paranoia colectiva. Un fenómeno surgido a partir de la mente de una única persona, un fenómeno que se expandió como la pólvora; una mentira que se convirtió en leyenda. Shonen Bat no significa ni es nada, sólo un McGuffin, el leitmotiv psicológico de la serie, que se utiliza como nexo entre los distintos personajes que la habitan. Todos tenemos problemas a lo largo de nuestras vidas, todos fracasamos y todos nos intentamos evadir alguna vez. Y Satoshi Kon, un cineasta fantástico cuya corta trayectoria da muchísimo de sí, aprovecha este hecho para destripar a modo de pequeñas píldoras el Japón contemporáneo, un sitio lleno de problemas y taras mentales, como cualquier otro del mundo, a modo de thriller. Acordarnos durante el visionado de directores como David Lynch no es nada complicado. La animación es un medio idóneo para contar estas historias, porque retratar la plasticidad de los sueños en el cine de carne y hueso tiene límites, pero aquí no. Y es así como Satoshi Kon alcanza sus mayores cotas como cineasta. Una serie imprescindible.


4 comentarios:

  1. Disculpa me podrias explicar el final?

    A mi parecer el compañero del policia se convirtio en una especie de guardian para la proxima vez que la sociedad colapsara por la presion social.

    Me ha parecido un anime pesado de ver, tal vez con 8 capitulos hubieran sido suficientes para plantear la conexion que habia entre las historias.

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  2. Muy buen articulo. La verdad es que me ha venido muy bien para acabar de entender el anime porque algunas cosas se me escapaban ^ ^

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  3. Mis conclusiones, junto con mi apreciación de la serie, fueron muy similares a las tuyas. Te leeré más seguido: esta entrada me pareció excelente.

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  4. loco qué onda tu análisis, la serie es una mierda y el final malísimo. Pésimo servicio. Es lo peor que he visto en la vida.

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